Como en todo final de una etapa,
es entonces cuando te preguntas que ha significado para tu vida, que te ha
aportado y que recuerdos guardaras de esa parte del camino que es tu vida. Los
años en campamentos de Region Ibérica son sin duda una etapa en la vida que
recordar, que aporta numerosos valores como persona y que puede incluso
significar el principio de un nuevo camino que recorrer.
Aun recuerdo mi primer campamento
en Pirineos como si fuera ayer, mi primera parada, en donde por primera vez fui
consciente de la unión de todas y cada una de las personas de la familia de la
cual formo parte desde entonces. Me refiero por supuesto a la familia JuCar
(Juventud Carmelita). De Pirineos se puede destacar su aislamiento del mundo;
si bien puede parecer a primera vista una desventaja, la posibilidad de
desconectar del mundanal ruido nos permite llegar a uno de los valores
carmelitas, la contemplación que nos
acerca a Dios de una forma considerable. Además, en este campamento, podemos
apreciar el espectáculo de la naturaleza sin alteraciones humanas; recuerdo las
vistas de unas de las marchas como las más bellas que he tenido la suerte de
contemplar.
Tampoco podre olvidar nunca la
segunda parada, el Camino de Santiago. Qué decir de esa experiencia,
simplemente maravillosa. Es imposible describir la emoción creciente por ver
cómo te acercas a la catedral de Santiago después de días de caminatas,
esfuerzo y cansancio. Pero no solo es importante la llegada, a lo largo del camino
tienes la oportunidad de conocer personas que marcaran tu vida, de reflexionar
y meditar en ti mismo y por supuesto de orar. Allí es donde vi la grandeza de otro valor
carmelita: el servicio; eramos un grupo, una familia, y por ello teníamos que
llegar todos. Si caías o simplemente estabas agotado, encontrabas una sonrisa y
no una sino las manos de todos tus hermanos dispuestos a ayudarte.
Como última parada, encontré
Alarcón, un campamento más convencional pero igualmente constructivo ya que
durante dos semanas se trabaja en aprender valores cristianos de la persona a
través de juegos, gymcanas y reflexiones de grupo. Es en esta parada donde más
he podido apreciar el último valor carmelita: la fraternidad, la cual ya había
observado pero que en ese momento me llenó de pleno. Aunque me repita, volveré
a decir lo increible que es la unión entre los hermanos de JuCar, el grado y la
rapidez de aceptación que existe y como un completo desconocido puede, en unos
días, llegar a ser una de las personas
mas importantes de tu vida.
Doy por concluido mi paso como
adolescente por Region Ibérica, y no podría hacerlo de otra forma que dando
gracias a Dios, por tener la posibilidad de ir a estos campamentos, por la paz
y la unión que se respiran entre los miembros de esta familia y por sacar lo
mejor de nosotros. A los que venís detrás os animo a vivir como yo, esta
experiencia. Y a todos los demás os doy gracias, porque siempre seremos JUCAR.
Daniel del Hoyo
Jucar Begoña

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