lunes, 23 de diciembre de 2013

Clausura 25 Aniversario JuCar en el Pasado II



Yo sentía que hoy no podía fallar. De alguna manera me sentía obligado, pero por cariño, a estar aquí. Me decía David: “Tienes que contar tu experiencia, ¿qué ha aportado JuCar para ti?” Le pregunte si podía contar lo que me diera la gana y dijo: “Sí, lo que tú quieras”.

Bueno, pues entonces voy a decir que me llamo Juan, vengo de Castellón, tengo 34 años, soy terapeuta ocupacional, tengo una mujer que se llama Nati, tengo 2 hijos, Adrián y Josué… y empiezo por el final de mi vida porque yo soy lo que soy, a día de hoy, en gran parte porque estuve en los grupos JuCar. Hace mucho tiempo, cuando tenía 12 o 13 añitos, yo era un chaval bastante gamberrete, lo que viene siendo “la joya de la corona” y un día el Padre Paco Daza pasó por allí, me dijo: “Por qué no te acercas a los grupos y te presento a Loli y a los monitores”. Y allí yo me notaba que estaba a gusto, simplemente me sentía feliz. Durante mucho tiempo seguí siendo el Juan de la calle, el gamberrete, el que la liaba y tampoco hacía mucho por ir a misa… Sin embargo cuando llegaban las 5 de la tarde y yo iba a JuCar, yo me notaba feliz. Y esa es mi parte de experiencia y encuentro con Jesús.

Yo siempre digo que lo mismo que le pasó a Saulo me pasó a mí y, de alguna manera, pues el Señor quiere que algo cambie y pueda plantearme mi vida cerca de Jesús. Hubo un momento de elección, un momento en que me di cuenta que me sentía muy a gusto aquí, formaba parte de los grupos JuCar pero quería algo más… ¿Qué más? Pues que no fuera alguien que solo cogiese o absorbiese todo el rato del Evangelio, sino que también transmitiese. Y me acuerdo perfectamente a las puertas del colegio de Begoña cuando Pablo me dijo: “Bueno, pues al año que viene coges un grupo”. Y estaba yo como loco: “¡Voy a ser monitor! ¡Me voy a poder quedar más tiempo por la noche!” Al principio era muy fácil, cogíamos el material de Paco Daza, que consistía en objetivos, contenido, metodología, etc.  Y lo apañábamos. Era sencillo pero había algo que me hacía sentir que tenía que ser algo más: Y es que lo que yo hacía… era bastante importante para un grupo de personas; Lo que yo decía… había personas que lo escuchaban; Si yo fallaba, eso fallaba. Y empecé a sentir lo que era la responsabilidad. Responsabilidad que fue la que mis monitores tuvieron conmigo y yo ahora tenía con los grupos.

Siempre me ha gustado ser el líder, el que tiraba hacia adelante, y eso fue lo que las personas que estuvieron en los grupos en esa época creo que supieron aprovechar de mí: el decir intenta darte y sacar lo mejor de ti para los demás. Poco a poco vinieron las Pascuas, las primeras convivencias y consiguieron que me hiciese una pregunta, que además me hice en esta misma iglesia: “¿Qué quiere el Señor de mi?” Tuve un momento en que me dije el Señor quiere de mi que sea fraile. Yo iba de cabeza al convento, lo tenía clarísimo. Tenía claro que el Señor me había tocado algo para que yo me dedicase a esto. Y entonces yo salí de Osuna un verano, acompañado de David, y dije: “Quiero entrar en la orden, voy a ser un fraile excelente”…  y ese mismo verano me eché novia. Daba la sensación que el Señor no me quería a mí para ser fraile.

Continué con los grupos y, gracias a Dios, esa novia me hizo ver que a lo mejor mi vocación no era la del sacerdocio pero yo me seguía preguntando cuál era mi vocación. Continuaba dándolo todo en mi grupo, cogiendo mayores responsabilidades en la eucaristía y yo me daba cuenta que había algo que no había cambiado desde el primer minuto y es que yo me sentía feliz… como si todo lo que pasaba a mi alrededor tuviera una magia especial, tenía la magia del Señor.

El tiempo fue pasando, fuimos creciendo y por diferentes razones llegó un momento en que nuestro grupo grande de Begoña se fue haciendo más pequeño, reduciéndose en número, y cuando quedábamos a penas 10 o 12 personas yo dije: “Bueno, vamos a hacer un gran compromiso, vamos a crear una comunidad carmelita, vamos a tomar una regla y adaptarla”. Cuando ya fuimos comunidad, elegimos a nuestro prior (David del Carpio) y yo era tesorero, que por cierto era un desastre. En un  primer momento funcionó, pero luego algo pasó que la gente se fue alejando, ya no creía en el proyecto y yo tuve un momento de gran decepción, desilusión y de preguntarme si todo aquello realmente merecía la pena… Todo esto vino acompañado además de una crisis personal. Esto me hizo que me alejase de la gente del barrio, que cambiase, ya no acudía a los grupos, ya no acudía a la eucaristía en mi iglesia… Algo había cambiado en mí.

Una semana santa, no muy lejos de Madrid, en Pueblo de Dios, estuve en una pascua que pude compartir con alguno de los que estáis aquí y El Señor me vino a decir: “Bueno, vamos a ver, si tú has estado todo este tiempo con los grupos, si tú has estado al lado de muchas personas, saca la cabeza… A mí me pasaba como cuando Jesús se llevó a tres de sus discípulos a un monte y allí tuvieron una gran visión y Pedro le dice: “Señor hagamos tres chozas porque aquí se está muy a gusto” y Jesús le reprende… Pues eso era lo que yo quería, quedarme a gustito en mi choza, pero en esa pascua el Señor me dijo: “Sigue adelante: Da todo lo que has aprendido en los grupos; Da todo lo que has aprendido en las eucaristías, en las pascuas, en las convivencias; Y dáselo a toda la gente que te rodea; Da testimonio de Jesús y de esa manera estarás construyendo de nuevo el Reino.” Y el Señor me convenció y me dije: “Yo puedo dar de alguna manera eso que yo viví en las pascuas, con tantas personas, con ilusión y con fuerza.”

Yo sigo llevando en mi corazón la bandera de JuCar, la bandera carmelita, la bandera de decir un día tomé una regla carmelita y la hice mía, la adapté. Y lo único que hago diferente es que no lo hago con personas que habitualmente tienen una regla como base de su vida, sino que yo lo hago solo, o lo hago con mi familia o lo hago con mis hijos.

¿Qué le tengo que decir a un grupo de jóvenes que como yo hace 15 años hoy están aquí? ¡Pues que merece la pena! Y yo soy lo que soy en primer lugar porque un día alguien me dijo vente a los grupos; Yo soy lo que soy porque un día un grupo de sacerdotes decidieron que valía la pena contar con los jóvenes. Nunca olvidaré esto.

Tengo que dar las gracias a los monitores que han pasado por mi vida. También quiero felicitar a los curas, esas personas van viendo pasar a jóvenes y otras muchas personas por sus vidas y lo que hacéis es construir el reino, lo que hacéis es cambiar el mundo, porque consiguen que otras personas, no sé si buenas o malas, se sientan transformados. El Señor se sigue valiendo de vuestras manos para cuestionarnos. Y finalmente que estoy muy orgulloso de lo que soy, de lo que tengo y que estoy muy contento de que el Señor lo haya hecho también con tanta gente.

Juan Higueras
Jucar Begoña

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