En la sabiduría bíblica, la “memoria” no está orientada al
pasado, sino proyectada hacia el futuro. Hacer memoria del pasado no es contar
algo que fue y se perdió, sino vivir en el presente un acontecimiento de vida
que abre caminos nuevos. La memoria se
convierte así en un proyecto de vida. Me han pedido que escriba “algo” sobre el
pasado, el presente y el futuro de JuCar y me gustaría hacer mía esta
experiencia bíblica, en cuanto que el objetivo principal de este proyecto
pastoral juvenil, que es JuCar, ha sido, desde su origen facilitar el encuentro
de la persona con el acontecimiento fundamental de nuestra vida: Jesucristo.
JuCar nació como respuesta a una doble situación.
Primeramente, como deseo de dar una continuidad a la pastoral juvenil que se
desarrollaba en las diversas comunidades de la Provincia Bética y que se veía “tocada” cuando la persona que
la animaba era destinada a otra comunidad: ¿cómo
asegurar la pastoral con jóvenes más allá de la creatividad de una persona o los
carismas personales de animación y liderazgo de cada uno? En segundo lugar,
creo recordar que también surgió como necesidad de coordinar toda la pastoral
juvenil de la Provincia bajo una identidad concreta que permitiera crear lazos comunes
de pertenencia y de referencia: en cuanto carmelitas, ¿por qué no crear una estructura pastoral que, en comunión con la
pastoral juvenil de la Iglesia, nos permita trabajar desde lo que somos y
tenemos? Así surgió el boceto de un proyecto catecumenal, la asignación de
un nombre que nos identificara, la edición de un Boletín para compartir
experiencias y el deseo de servir a los jóvenes desde nuestra identidad humana,
cristiana y carmelita.
La idea se arraigó con fuerza entre nosotros. Poco a
poco, aquel boceto tomó forma y se fue extendiendo en todas las comunidades en
las que se trabajaba la pastoral juvenil, especialmente en los Colegios y en
algunas Parroquias. Pronto llegaron también las Primeras Pascuas Juveniles, las
convivencias intercomunitarias y los primeros encuentros de monitores; desde un
principio se tuvo claro que los animadores de los diferentes grupos tenían que
estar los suficientemente preparados para animar en los tres niveles de nuestra
identidad a los adolescentes y jóvenes que integraban JuCar.
Hoy en día, Jucar es una realidad consolidada en muchas
de las comunidades carmelitas de España, tanto de religiosos como de
religiosas. Los jóvenes con los que trabajamos se sienten parte de una gran
familia y así lo manifiestan en las múltiples ocasiones en que se reúnen para
celebrar la fe, compartir el ocio y formarse en los valores que definen nuestra
presencia en la Iglesia. JuCar trabaja muy bien en la Región Ibérica Carmelita.
La red de amistades, de objetivos, de
valores y de misiones compartidas se ha hecho mucho más fuerte. Las
diferentes actividades anuales, programadas y preparadas con mimo por los
diferentes responsables, lo han hecho posible: Pascuas Juveniles, campamentos
de verano, peregrinación a Santiago, experiencias de voluntariado y de misión,
participación en actividades solidarias,… Sin duda que la JMJ en Madrid, fue un
estímulo positivo en este sentido: rezar a Dios en torno al Icono de Nuestra
Señora de la Esperanza y hacerlo junto a otros jóvenes carmelitas del mundo
entero fue para todos nosotros una inyección de optimismo y de ilusión.
Comprendimos que no estábamos solos y que otro mundo era posible si lo
mirábamos y lo amábamos con criterios de Dios.
De cara al futuro, me gustaría que JuCar continuara sirviendo a la misión de la Iglesia desde el
servicio a los jóvenes y desde nuestra identidad carmelita. Convencidos de que
“este camino es santo y bueno”,
queremos caminar por él e invitar a otros para que nos acompañen. Este camino
es Cristo y conduce a Cristo. Nuestra razón de ser se perdería si este objetivo
se desvía o se nubla en nuestro quehacer pastoral con los jóvenes. En comunión
con la Iglesia, queremos servir al hombre de hoy y construir el Reino de Dios
desde nuestro carisma carmelita. En este sentido, y como retos que tenemos que
continuar afrontando, sugiero lo siguiente:
·
Escuchar a los jóvenes para saber responder a sus
demandas, ofreciéndoles un espacio propio.
·
Trabajar en comunión con la Pastoral de la Iglesia: no
somos islas ni trabajamos sin referencias.
·
Cuidar la formación de nuestros monitores para que puedan
acompañar con alegría y coherencia a los
diferentes grupos de niños, adolescentes y jóvenes. Tenemos que saber “hablar
en cristiano”, con palabras y estilo de vida elocuente.
·
Seguir potenciando, por parte de todos, el sentido de
pertenencia a la familia carmelita.
·
Diseñar experiencias nuevas de comunidad para aquellos
jóvenes mayores que terminan el catecumenado JuCar y desean continuar viviendo
su fe en la Iglesia y en el Carmelo: espacios de oración, de fraternidad y de
servicio.
·
Continuar desarrollando encuentros de reflexión,
formación y voluntariado para los monitores y los miembros de los diferentes
grupos.
·
No disociar la Pastoral Vocacional de la Pastoral Juvenil
que desarrollamos. Sin duda que la semilla vocacional arraiga mucho mejor
cuando se siembra en “un terreno” convenientemente preparado.
Todo fin es un comienzo. Es mucho lo que nos queda por
hacer y la tarea nos aguarda. JuCar sigue siendo un camino de vida que, aunque
en circunstancias y en situaciones distintas, desea continuar latiendo con el
mismo ritmo de vitalidad
evangélica. Termino con otra frase de la
Regla carmelita: “si alguno…hiciera algo
más, el mismo Señor, cuando vuelva, se lo recompensará”. ¡Sin duda!
Ánimo a todos los que habéis hecho posible esta realidad.
Gracias a los que os habéis tomado en serio la celebración de estos 25 años.
Dios os pagará con creces tanta generosidad. ¡Seguimos en camino!
Paco Daza Valverde, O.Carm
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