Nos
piden que recordemos nuestra experiencia en Jucar y lo primero que sale es…,
cariño y gratitud. Siempre decimos que vemos a Jucar como nuestro tercer hijo
(además de María y Pablo) y es que nació un poco antes que ellos, pero en la
misma etapa de nuestra vida. De eso hace ya 25 años, nosotros teníamos casi
otros tantos y estábamos en esa etapa vital de crear un proyecto de vida común.
El
grupo de jóvenes de Begoña éramos unos antiguos alumnos de colegio y habíamos
sido acompañados por carmelitas de la talla del P. Antonio Cano, P. Antonio
Cepas, o el P. Luis Ruano. Todos ellos nos iniciaron en la pertenencia a esta
familia, fieles al espíritu del
Carmelita que ora y trabaja en medio del pueblo, en su caso con los jóvenes del
barrio de Begoña. Después de mucho recorrido, no muy distinto del que pueda hoy
vivir un joven Jucar (grupos de reflexión, convivencias y pascuas, oraciones,
trabajo social, compromiso pastoral), llegaron P. Paco Daza y P. Pablo Herrasti.
Junto a ellos iniciamos la aventura de organizar un movimiento juvenil
Carmelita. Muchos de ese grupo de jóvenes nos convertimos en monitores Jucar.
Hoy el proyecto de Comunidad de Jóvenes Carmelitas no existe como tal, pero
Jucar fue para nosotros un compromiso y un reto. Pablo y Paco nos propusieron
construir un temario. Aún recordamos esas mañanas de sábado después de una
semana en la universidad, discutiendo qué símbolo dar cada año o que temas de
formación coger basándonos en los que utilizaban otras familias religiosas como
los salesianos o los maristas. Así llegaron las propuestas de entrega de la
pegatina o la imposición de la pañoleta.
Una
experiencia que nos marcó fue el tercer viaje de Juan Pablo II a España en la
IV Jornada Mundial de la Juventud en Santiago de Compostela en 1989. Nosotros
dos nos apuntamos como voluntarios de animación y servicio (VAS), en una
experiencia única que marcó nuestra vida. Allí, durante un mes, conocimos a
jóvenes de muchos movimientos juveniles: franciscanos, agustinos, cristianos
sin fronteras, etc. Siempre éramos convocados como “grupos menores de
parroquia”, sin identidad concreta. Eso nos dolió porque nosotros sí que
teníamos esa identidad, la identidad que hoy ningún Jucar se atrevería a
cuestionar, pero que entonces no estaba tan explicitada. Estábamos iniciando un
proyecto pastoral que otros llevaban ya tiempo construyendo. Esta experiencia fue el signo que Dios nos dio para afianzar la
convicción de que los jóvenes de Begoña y de la Bética debían vivir su fe en la
espiritualidad del Carmelo y comprometernos en el trabajo de construir Jucar.
Pablo y
Paco incluyeron al grupo de monitores de Begoña desde el principio en el
itinerario formativo. Jucar ha sido siempre una empresa compartida entre
jóvenes y sacerdotes, entre laicos y consagrados. Eso es un gran valor, es una
misión compartida, como familia y como Iglesia. Cuando se formó la Comisión
Jucar de Región Ibérica José Luis fue el primer secretario durante algunos años,
representando a los Jucar de la Bética. Pero esto es el inicio de otro camino,
un camino que nos abrió hacia una familia más grande que la de nuestra propia
provincia, un paso más hacia la fraternidad del Carmelo.
En nuestro grupo Jucar, los monitores éramos
Pepa (una religiosa de las Hijas del Calvario, que después vivió muchos años en
Brasil como misionera) y nosotros dos. El grupo comenzó en 6º de primaria y entonces
se llamaba “Jóvenes Amigos”. Después de
dos cursos, comenzó a ser Jucar. Tratábamos de transmitir, como hoy os ocurrirá
a todos los que sois monitores, lo que
habíamos vivido de bueno en el descubrimiento de nuestros valores y de nuestra
fe para que lo pudieran vivir otros más pequeños. Tratábamos de dar gratis lo
que habíamos recibido gratis. Partíamos de un acompañamiento en todas las
facetas de la vida, que se concretaba en las convivencias que siempre han
representado un momento de profundización, discernimiento y vivencia profunda
del grupo de fe. Vivíamos como muy importante la oración, uno de los tres “pilares”
en los que nos apoyamos los carmelitas, en la celebración de la eucaristía
juvenil y nos orientábamos hacia el compromiso en las campañas, en la acción
social, en el acercamiento a los empobrecidos. También empezábamos a dar el
testigo y tras unos años eran “nuestros
niños” los que empezaban a llevar grupos. En el 93 ellos también participaron
como voluntarios en un encuentro con Juan Pablo II en Madrid.
En el
verano de 1990 realizamos un viaje como voluntarios a Venezuela donde
convivimos con distintas comunidades carmelitas de la Bética y en San Carlos de
Zulia conocimos el movimiento Jucar de Venezuela. Aquello supuso para nosotros
un aliento de ánimo. No éramos los primeros y no estábamos solos.
En
medio de eso vino la preparación al sacramento de la Confirmación, que ya
formaba parte del itinerario formativo del proyecto Jucar. Costó, pero
conseguimos que nuestros jóvenes Jucar pudieran prepararse desde nuestro grupo.
Fueron momentos para aprender contenidos, pero sobre todo para discernir si
quieres pertenecer a la Iglesia de Jesucristo. Momentos de crecimiento para
ellos y para nosotros.
Los chicos
y chicas de Jucar iban creciendo y nosotros ya éramos una familia con hijos y
seguíamos haciendo convivencias, ahora en nuestra casa, oraciones, compromiso
pastoral y compromiso social. Siguieron unos años y al final el grupo como tal,
terminó. Gracias a Carlos, Miriam, Natalia, Amelia, Leticia, Francisco, Marta,
Lorena, Iván, Patricia, Mª Mar, Raúl, Nestor, David Emilio, Oscar Javier,
Ramón, Alfonso, José Ignacio, Víctor, Ricardo, Yuri, Pelos…, vivimos con vosotros
un tiempo muy feliz y siempre os tendremos en un espacio muy importante de
nuestro corazón. Ellos, los que para
nosotros eran el futuro de Jucar, son vuestro pasado, de los Jucar actuales.
Hoy son padres de familia, trabajadores con experiencia en diversas labores. A
muchos les hemos perdido la pista, pero cuando vemos a alguno, todos recuerdan
con cariño aquellos años y su pertenencia a Jucar. Nuestra labor como monitores
fue sembrar, la cosecha no es cosa nuestra.
Nuestro
proyecto de vida derivó hacia la ONG Carmelita Karit de la que Esther es secretaria
técnica y José Luis voluntario. Ese es nuestro sitio hoy dentro de la familia
carmelita. Nos sentimos orgullosos de pertenecer a Karit porque el Carmelo
sigue siendo nuestra familia y porque el acercamiento a los empobrecidos es
nuestro proyecto de vida. Somos el ejemplo vivo de que Jucar y Karit son dos
patas del mismo banco. Dos formas de vivir la fe, probablemente en diferentes
etapas de la vida. Ambas, no es que se
complementen, es que se identifican. Si queréis ver la prueba mirad en la página
web de Karit (www.karitsolidarios.org) el blog que Alicia Bermejo,
monitora actual de Jucar Begoña,
comparte con su proyecto de prácticas de psicología en Colombia con
Karit.
Las
generaciones van pasando, hoy en día sois vosotros herederos de todo lo que, quienes estuvimos antes, soñamos construir. Cuidadlo,
merece la pena. Nos sentimos orgullosos
cuando oímos hablar de cualquier actividad de Jucar (Camino de Santiago, Pascuas,
etc.). Vosotros tenéis ahora Jucar en
vuestras manos. Sois responsables de ello. En el mundo de crisis actual, la
principal crisis es de valores y de valores los Jucar saben mucho. En el mundo
actual la Iglesia necesita de vosotros. En el Carmelo actual vosotros sois el
futuro de la familia y en una familia, a
los hijos siempre se los quiere más que a nada.
Un
abrazo fraterno a todos los que hoy sois Jucar y a todos los que lo habéis
sido. Esto de ser Jucar ¿no caduca, verdad? Nosotros seguimos siéndolo de corazón.
Esther
Martín y José Luis Gutiérrez