martes, 16 de julio de 2013

AMBIENTACION



Esta noche del 15 de julio será menos oscura y sí más acogedora para la Orden del Carmelo y todos sus miembros, quienes nos sentiremos especialmente unidos en el estrecho abrazo –nuestras mejillas contra la suya, como el Niño y “la Bruna” de Nápoles”- de una Madre Común. Vestidos con un mismo hábito, protegido el corazón bajo un pedazo de su manto, pertenecemos a una misma y numerosa familia extendida por todo el mundo, que se sabe universal, y que esta noche se unirá en oración, trascendiendo las barreras geográficas, para convertirse en un inmenso mar de plegaria alumbrado por una Estrella Singular que guía a los náufragos hasta la salvación que ofrece el Monte Carmelo. Nos preparamos, con el resto de carmelitas del mundo y con ayuda de nuestra Madre María, para ponernos en presencia del Señor y escuchar atentamente Su Palabra.




Lectura del Libro de Ezequiel 36, 24-28

Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países y os llevaré a vuestra tierra. Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios.

Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

El oráculo de Ezequiel sobre el regreso del pueblo de Israel a su tierra, tras el destierro en Babilonia, es un canto a la misericordia infinita de Dios que tiene mucho que decirnos hoy a quienes formamos parte de la familia carmelitana, dado que esta misericordia se nos ha manifestado muy especialmente por medio de la Virgen María, Señora del Monte Carmelo, a quien venera nuestra Orden mañana.
Así como Dios promete a los israelitas recogerlos de entre todos los pueblos donde se encuentran dispersos, incomunicados, y reunirlos en la tierra que les pertenece, devolverles su hogar, en esta noche sentimos especialmente cómo el Señor ha derribado las fronteras que existían entre comunidades, ciudades, países o ramas de nuestra Orden, al sabernos en la oración hijos de una misma Madre; ella, María, es también la fecunda tierra prometida a la que nos ha traído el Padre después de hacernos miembros de una misma familia.
Dios anuncia a su pueblo la gracia de la purificación por medio de un agua que limpiará sus infidelidades, sus pecados; porque, efectivamente, “el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios” (Jn. 3, 5). Esta advertencia de Jesús ya se anticipa en cumplirla en cierto modo nuestro Padre San Elías, que tras escuchar al Señor se dirige al Monte Carmelo a nacer de nuevo, bebiendo de la fuente Querit y comiendo los alimentos que recibe de los cuervos, asociados al plano espiritual por su carácter aéreo. Como los primeros carmelitas que se reunieron en torno a María y a la fuente de Elías, ocho siglos después el carisma de nuestra Orden, expresado en nuestra Regla, continúa siendo la fuente de la que bebemos y en la que aprendemos a estar limpios de nuestras faltas, a ejemplo de nuestra Madre Intacta.
La misericordia de Dios se manifiesta también en el regalo que hace a los israelitas de un corazón y un espíritu nuevos. Nos encontramos ante un Dios que no espera (indiferente, impaciente o airado) a que hagamos solos todo el trabajo, sino que corre en nuestra ayuda a arrancar con Sus propias manos nuestro corazón de piedra y a sustituirlo por un corazón de carne, más blando. Este nuevo corazón que Dios nos regala está conectado a otro, que es Inmaculado (el de María, Madre tierna), por medio del Santo Escapulario. Gracias a él María se nos hace más presente en nuestra vida cotidiana y aprendemos de ella a lograr que se cumpla en nosotros la voluntad del Señor (Ez. 36, 27). También es el Escapulario el signo que la Virgen nos ha ofrecido para constituirnos en miembros de una familia, un solo “pueblo” como dice Dios en la lectura.
Amparada bajo este signo, toda la familia carmelitana reza esta noche y mañana, cada uno regresando de su destierro individual, a esta tierra prometida por Dios que es María, la Viña Florida de la que ha crecido Cristo, Vid Verdadera (Jn. 15, 1-8); la “mujer como parra fecunda” (Sal. 128, 3) en el centro del Monte de Perfección. A la sombra de esta parra habitaremos en paz esta noche (Miq. 4, 4), muy cerca de Jesús.

 ORACIÓN A NUESTRA MADRE

Flor del Carmelo,
Viña florida,
Esplendor del Cielo,
Virgen fecunda y singular.
Madre tierna,
intacta de hombre,
a los carmelitas proteja tu nombre,
¡Estrella del mar!






ORACIÓN DE ACCIÓN DE GRACIAS
25 AÑOS JUCAR EN LA PROV. BÉTICA

¡Oh, Señor, todo lo que tú haces está bien!
Te damos las gracias por el camino que hemos recorrido juntos, durante estos 25 años vividos.
Saliste a nuestro encuentro y tu presencia nos impulsó a caminar en esperanza.
Has sido para nosotros, a la vez, el camino y el compañero de camino: ¡cuántos rostros, sueños, sonrisas, miradas, gestos, momentos de oración  y compromisos te han hecho presente en nuestra vida y nos han hablado de Ti!
Tú has sido el principio y el fin de cada jornada, de cada encuentro, de cada curso y celebración.
Tú, la razón de nuestra vida y el motor de nuestra historia, continúas abriéndonos horizontes nuevos de entusiasmo y generosidad.
Gracias por habernos llamado al Carmelo y habernos hecho parte de esta gran familia.
Queremos vivir nuestra fe en comunión con la Iglesia y al servicio del Reino de Dios.
Tu Madre, la Virgen del Carmen, nos ha acompañado en todo momento y ha velado por cada uno de nosotros. Como ella, deseamos hacer siempre tu voluntad y, así, comunicarte al mundo para que, los que no te conocen, te conozcan, los que se hayan alejado de ti se acerquen con alegría y los que viven sin esperanza encuentren en tu Evangelio la razón y el fundamento de sus vidas.
¡Gracias, Señor,…!


               

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