Hace siete años que comenzamos el
Campo de Trabajo JuCar durante el mes de agosto. Quiero escribir algo sobre
ello para la conmemoración de los 25 años de JuCar, para que quede constancia
de este ‘hijo pequeño’ de la Familia
Carmelita Joven que es JuCar.
En primer lugar es una
experiencia de vida carmelita. Durante quince días de agosto un grupo de
jóvenes vinculados a JuCar formamos parte de una pequeña comunidad de vida
donde se intenta descubrir la presencia de Dios. Todos los que durante estos
siete años han pasado por la casa de Miralbueno, Aires Nuevos, en Zaragoza han
venido como buscadores de Dios, auténticos aventureros del Carmelo. Hombres y
mujeres que desde JuCar quieren encontrarse con Dios y deciden vivir intensamente
durante quince días para poder vivir esa experiencia trasformadora en su vida.
El Campo de Trabajo les ofrece
tres herramientas fundamentales. La primera vivir juntos, compartir y sentirse
hermanos. La responsabilidad de hacer para, vivir con, sentir en… con otros
como ellos pero diferentes en caminos, tiempos y propuestas, convierte a los
participantes en auténticos hermanos. Hay que hacer la cena, limpiar los baños,
escuchar las propuestas, aguantar los ronquidos, planificar el horario, fregar
voluntariamente… en definitiva llenar de vida fraterna el tiempo que se
comparte en un espacio común para intentar descubrir en el rostro del otro, que
es como yo, el rostro de Dios y hacerlo sirviendo y dándose. Es el pilar y la herramienta de la
fraternidad como cauce que facilite el encuentro con Cristo.
El segundo de los pilares de
búsqueda o herramienta de búsqueda es
el servicio. Es la que les ha convocado a la mayoría de ellos
estos siete años. Ha sido la que ha atraído hasta la
Obra Social de la Parroquia Nuestra
Señora del Carmen a más de cien jóvenes. Siete grupos que han adquirido el
compromiso de abrir el Comedor social de dicha Obra. Más de cien personas cada
día se acercan para comer un plato de comida caliente. Personas como tú y como
yo, como los jóvenes que del 1 al 15 de agosto han preparado la mesa, cocinado,
arreglado, sonreído, acogido, servido… comida caliente para todos ellos. Este
compromiso, adquirido por JuCar, ha posibilitado abrir el comedor. Servir a los
demás, estar con ellos, sonreír, llamar por su nombre, ser generosos en el
servir, fregar cacharros con cariño, poner la mesa con delicadeza, preguntar
por la salud… han sido los detalles que han posibilitado en muchas ocasiones
percibir pequeños rayos de luz, pequeñas huellas de la presencia del Deseado…
Esta herramienta del servicio se ha completado con pequeñas experiencias en
Casa Abierta, en el Centro de rehabilitación de alcohol, en el trabajo con
niños acogidos en los pisos para familias necesitadas o en los centros de mujer
con necesidad de techo y cobijo. Momentos de tensión, de sudor, de dudas, de
incomprensiones, de certezas, de radicalidad, de risas, de bailes, de abrazos…
que esponjan el corazón para que sea Él, y sólo Él, el que pellizque, el que se
haga presente, el que te encuentre… ‘¡¡que
ilusos!! pensábamos que éramos nosotros los que le íbamos a encontrar’ El
servicio desinteresado, generoso y sin distinción de personas ha hecho posible
en muchos casos que algo se mueva por dentro y que se comience a mirar con los
ojos de Dios lo que nos rodea y a sentirse mirados por los ojos de Dios en la
ternura o agradecimiento de la mirada de otros, iguales a nosotros, pero que
buscan un plato de comida caliente y una sonrisa que les quite el polvo de la
dignidad escondida o ensuciada por la injusticia de este mundo.
La oración es el tercer pilar o herramienta
para llevar en profundidad esa búsqueda deseada. Sin intimidad con Él, sin
escucha de su Palabra, sin celebración de la fe, sin la profundidad de lo simbólico,
sin el silencio de la mañana o de la tarde debajo de un manzano o sentado en el
césped contemplando el atardecer es muy difícil que el encuentro buscado y
deseado se produzca. La experiencia de la fraternidad o del servicio sin el
barniz de la oración es menos. Es a Él a quien deben dirigirse las preguntas,
dónde buscar las respuestas, con quien sentir el deseo de transformación
interior que nos llevará a ser hombres nuevos. Así durante estos siete años ha
sido su Palabra la que nos ha convocado y ha resonado en el corazón de los que
hemos participado en el Campo de Trabajo. ‘Dadles
vosotros de comer’, ¿Dónde te vimos, Señor? ‘El pan cotidiano danósle hoy’.
‘Muchachos, ¿tenéis pescado?’.‘En Ti el huérfano encuentra compasión’ ‘y
vosotros, ¿quién decís que soy yo?’‘¿Quién es mi prójimo?’ … Auténticos
versículos que mueven corazones, que exigen compromisos, que no dejan
indiferentes, que motivan respuesta. No es ante los otros, ni ante uno mismo
mirándose al espejo, es ante Él ante quien hay que responder la pregunta ineludible:
¿A quién buscáis? Encuentro personal
en Cristo, cara a cara con Jesús de Nazaret que transforma.
Durante estos años hemos tenido
muchas respuestas a esa transformación en Cristo que los que hemos participado
en el Campo de Trabajo hemos tenido la suerte de vivir, pero queremos compartir
con todos vosotros una de ellas. Uno de los que participaron en él nos dijo al
volver a su ciudad que los veía, ‘los veo, David, estaban ahí y no los veía.
Ahora los veo todos los días, los veo, me paro si puedo, les sonrío… están en
los bancos, en los parques, en las esquinas. Estaban antes
también, ahora los veo’.
Podíamos haberlo resumido en algo
muy sencillo… ‘Cuando a uno de estos mis
pequeños… a mi me lo hicisteis’
Francisco J. Bernabeu.
David Oliver.
(JuCar Villarreal)
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